domingo, 21 de julio de 2013

Watermelon

Me encanta comer sandía mientras llueve. Lo he descubierto hoy. El olor a tierra mojada, el sonido de las gotas contra el suelo, el contraste de colores; la pulpa roja sobre el plato blanco y después, ese sabor ligeramente dulce y tan refrescante en la boca. Me he sentido bien. Son cosas pequeñas las que me hacen sentirme así últimamente. No son muchas las que lo hacen, pero sí que de tan insignificantes me pillan por sorpresa.

Me he hecho a vivir con lo justo. Descubriendo de cuantas cosas puedo prescindir: cuántas me son innecesarias y cuáles son imprescindibles.  No ha sido por gusto. No es que de golpe profese la austeridad como medio para llegar a otros planos superiores en los que esté por encima del bien y del mal. Es que la vida viene así. La obsolescencia de los pequeños electrodomésticos parece ser que estaba programada para la misma fecha. Así que no tengo televisor, ni secador, y he tenido que comprar otra plancha porque para mí eso forma parte de las cosas que son imprescindibles. Ya ves. Antes muerta que arrugada.

Empiezo a pensar en mí más que en nadie, a excepción de en mi familia. Al fin y al cabo soy lo único que tengo (el resto es todo como prestado y transitorio)  y me tengo que durar mucho, aunque a veces no me aguante. Así que tendré que llegar a la mejor versión de mí. Y en eso estoy.

Ayer estuve en casa de C., celebrando un multicumpleaños. El de A., J., y L., que cumplían o han cumplido este mes 6, 39 y 41 años, respectivamente. Me pregunto qué es lo que hace que E., C., y T. (mis hermanas) lleven con sus parejas que son unos hombres maravillosos  7, 12 y 13 años. Les pregunté también a ellas. Me hablaban de momentos complicados también en sus relaciones y de las expectativas que se pone en alguien, de si es posible que las mías hayan sido muchas. Creo que no es nada de eso, pero aún estoy por encontrar respuestas. Mi cuñado A., me habla de momentos, de que ahora lo veo todo así porque puedo no estar en uno bueno, pero que los buenos llegarán y veré las cosas claras. Yo le creo porque quiero creerle, porque me va bien hacerlo y porque nada es para siempre. Eso último, cada vez, lo tengo más que claro.
 
Aprendo, porque los niños me enseñan, los nombres de los personajes de los dibujos animados de ahora y algunas de las canciones de esos mismos dibujos. Esta (perdón por el pegote ahí en medio, pero he sido incapaz de reducirlo a la barrita de youtube) me hace mucha gracia porque le pongo cara y música a la que yo llevo. Así, me río de mí y de la mochila. No así de mi conciencia ni de que no haya nada en la mochila para nadie.
 
Sigue lloviendo. Caen las gotas de lluvia con una cadencia lenta, con cuidado, con delicadeza. Como siempre tendrían que ser todas las cosas. Como siempre tendríamos que hacerlas. Se ha quedado una tarde otoñal. Me gusta. La calle está así, tranquila y desierta. Como a la espera de que algo grande ocurra. Como a punto de que alguien emprenda un viaje en ese coche. Igual que yo, hacia mi interior.
   

 
Hoy he leído que mañana Venus entra en mi signo. Miedo me da. De verdad, por ahora que se quede en la puerta.

Me gusta esta canción y bailar. Bailarla. Me gusta mucho bailar (otro de mis imprescindibles). Bailar sola como si no hubiera mañana, porque nunca se sabe. Y poco más.


jueves, 18 de julio de 2013

Ninonino ninonino.

Quedo con T. a tomar unas cervezas  a las seis de la tarde. Porque T. tiene un hijo de 16 meses y medio (mi sobrino) y es entonces o no es nunca. El niño, S., es como un superbebé gigante (cortesía de los genes B) y además es muy simpático (cortesía de a saber qué genes). Nos tomamos cuatro jarras de cerveza, bien fresquitas, y ya estoy piripi. Pero me tengo que volver a casa, por el cash y porque aquí no conozco a nadie y además porque los bebés tienen horarios. Total que aquí estoy sola, de solemnidad.

Me viene, recién llegada a casa, el pensamiento que tuve en algún tiempo, tampoco no  muy lejano, de ser madre. No lo seré nunca. Porque coincidiendo con aquel tiempo (el del pensamiento de la maternidad) hice  prácticas durante más de seis meses con un adolescente con un Trastorno Disocial diagnosticado, más todo lo que tenía por diagnosticar ( hay ciertos psiquiatras que se niegan a encasillar antes de que cumplan los 18), y a mí se me quitaron todas las ganas. CR15, que este año, será CR18 (carne de cañón). Está en un centro de cumplimiento de medidas judiciales para menores. Se hizo todo lo que se pudo. Al  menos yo lo hice, con los recursos que contaba. Hasta que tuve que empezar a dormir con la puerta de la habitación cerrada (con muebles que la bloqueaban, como en una película de seria B),  y algo que pudiera protegerme, debajo de la almohada, porque temía por mi integridad física, la psíquica ya era otra cosa y asunto mío. Entonces pensaba que se me estaba yendo la cabeza. A posteriori (un par de años después), supe que no era yo la única, y que las cabezas... a veces deberían rodar, por el bien común, pero resulta que son libres.
Si alguien me preguntara si, en realidad, viví aquello, tal vez lo negaría aunque fue así. Una pesadilla no soñada.
Total que Dios o whatever, te concede lo que pides para que dejes de pedirlo. Y es por eso por lo que ya no pido nada más.

P.D.1: Sigo echando de menos bailar como si no hubiera mañana. Y me encanta la cerveza. Echo de menos cosas que es posible que nunca sepa cómo serán, porque nunca me dé el gusto de vivirlas. Me pregunto, entonces, cómo es posible echar de menos algo que no haya vivido. ¿?

P.D.2:  Me entristece mucho la perdida de todos los que un día me fueron afines y los pienso (a ti también), pero el pensar es como el creer, no es cosa cierta.

A esta hora me liaría en un mano a mano con cualquiera que quisiera escucharme.

P.D.3. Pienso en el mar y en veranear. En ser veranenante. En caracolas. Olas. Azules. Arena. Mar.

¡Salud!


miércoles, 10 de julio de 2013

Pájaros.

La gente no cambia. No cambiamos. Eso forma parte de las cosas que son así.
Cada vez hago peor los cigarrillos de liar.
Con todo lo que no he sido capaz de gestionar antes, me pasa como con los cigarros, que cada vez lo hago peor.
Confiamos. Una y otra vez confiamos.
La primera vez que te engañen será culpa del otro, las siguientes serán culpa tuya.
Si hay algo a lo que antes no supiste ver la parte positiva, con el tiempo no se la verás nunca.
Las no virtudes lo son siempre, con las virtudes ocurre lo contrario, a veces dejan de serlo. Es como con los lunares que se transforman en verrugas.
El tabaco de liar por la mañana, no me quita el mono de nicotina, tampoco por la noche, pero entonces, como ahora, ya estoy muy cansada y casi todo me da lo mismo.
Contemplo la posibilidad, si no tengo suerte, de terminar trabajando en el extranjero. Me da pereza estudiar inglés por enésima vez, pero como con la nicotina, por las noches lo de irme fuera también me da lo mismo.
No llevo bien vivir en el quinto.
Pienso en los distintos yo que he sido, con cada una de las personas que han estado. Como si fuera de personalidad múltiple, que lo mismo. Me vuelvo a olvidar de los sueños. Hay personas con las que nunca los tuve, otras alimentaban mi imaginación y mi alma para soñar, para que asomara ese otro ser yo que, en realidad, nunca me atreveré a ser del todo o a ser yo simplemente.
Me da la risa cuando contesto en Infojobs a una oferta de trabajo para Inditex, por el tema de, si se da el caso, justificar la búsqueda aún más activa de empleo al SEPE y que no me roben un mes (desconozco a partir de qué número de currículum enviados comienza la actividad). Me imagino como toda una apasionada de la moda, cuarentona, con un pantalón corto, muy corto, estilo "chochero", trabajando en "el Breska", eso si acaso me caben.
En general, no quepo en mi de glamour.

Todo a propósito de haber leído, por ahí, algo parecido a esto: "Tenía muchos pájaros en la cabeza, pero nunca volaba"

Me gusta mucho la gilipollada de esta canción.